
Es naranja, pegajoso y probablemente lo último de lo quieras hablar en una conversación educada. Sin embargo, el cerumen atrae cada vez más la atención de los científicos, que quieren utilizarlo para aprender más sobre enfermedades y afecciones como el cáncer, las cardiopatías y trastornos metabólicos como la diabetes tipo 2.
Se trata de una mezcla de secreciones de dos tipos de glándulas que recubren el conducto auditivo externo: las glándulas ceruminosas y las glándulas sebáceas. La sustancia viscosa resultante se mezcla con pelo, escamas de piel muerta y otros restos corporales hasta que adquiere la consistencia cerosa que todos conocemos y en la que nos esforzamos por no pensar.
Una vez formada en el conducto auditivo, la sustancia es transportada por una especie de mecanismo de cinta transportadora, en la que el cerumen se aferra a las células de la piel mientras viajan desde el interior del oído hacia el exterior, lo que hacen a una velocidad aproximada de un vigésimo de milímetro cada día.

La función principal del cerumen es algo que está en disputa, pero lo más probable es que su objetivo sea mantener el conducto auditivo limpio y lubricado. Sin embargo, también sirve como una eficaz trampa, impidiendo que bacterias, hongos y otros invitados no deseados, como los insectos, encuentren el camino hacia nuestra cabeza.
Hasta aquí todo suena bastante asqueroso. Por eso es muy posible que, debido a su desagradable aspecto, los investigadores hayan pasado por alto el cerumen en lo que respecta a las secreciones corporales.BBC