
Temblorosos, con las manos entrelazadas y la mirada fija en la jueza, dos reclusos aguardaban su turno en la sala improvisada de audiencias dentro de la cárcel de Palmasola. La escena se desarrolló durante las jornadas de descongestionamiento judicial que se extendieron durante seis días consecutivos. La espera no fue larga, pero sí angustiante. Hasta que la jueza Vivian Balcázar, del Juzgado de Instrucción Penal Anticorrupción levantó la vista y anunció la libertad.
Ambos hombres, Demetrio Menacho Heredia y Cristian Tórrez Sánchez, formaron parte del grupo de 200 internos que fueron beneficiados con medidas alternativas a la detención, según lo estipulado por la normativa vigente. Apenas escucharon la decisión judicial, agacharon la cabeza, se cubrieron el rostro con las manos y dejaron escapar lágrimas de alivio.
Coincidieron en que el tiempo tras las rejas fue la experiencia más dura de sus vidas, pero también la que les enseñó a valorar lo que antes daban por sentado: la libertad, la familia y la fe.La jueza Balcázar, tras revisar sus expedientes, constató que ambos se encontraban en detención preventiva —es decir, sin sentencia— por el delito de robo de cables. En su análisis, resolvió aplicarles la pena mínima establecida y otorgarles la suspensión condicional de la condena, lo que permitió la emisión inmediata de sus mandamientos de libertad.
“Aquí aprendí a valorar la vida”. Demetrio Menacho Heredia, visiblemente emocionado, relató entre lágrimas: “Mi familia sufre allá afuera. Mi esposa está enferma y cuida a mis hijos sola. Yo soy el sustento de mi casa. Aquí uno sufre, pero allá, afuera, el sufrimiento es peor. No pueden venir a verme porque no hay plata ni para comer. Mis hijos estudian y necesitan atención”. La jueza, al escucharlo, le aseguró que tendría una nueva oportunidad. “Quiero volver a casa, estar con los míos, ayudar en todo. Nunca en mis 48 años viví algo así. Aquí aprendí a valorar la vida. Sufrí mucho por estar lejos de mi familia. Lo más duro ya pasó. Mi relación con Dios se fortaleció; muchos aquí se pierden en el vicio. En los días de frío dormíamos abrazados, porque ni colchas había”, confesó.ELDEBER